domingo, 2 de enero de 2011

Rituales atávicos


La presentación de libros tiene algo de ritual atávico. El escritor, junto con el editor, saludan a los asistentes que han comprado los ejemplares a la entrada de la librería (o de la sala, en su caso). Intercambian palabras, felicitan al autor, hojean el volumen. Tras unos minutos, todos se sientan. 
El editor suele presentar a un tercero, también escritor o periodista o amigo, o amigo de amigo, que tiene como misión introducir a los asistentes en el espacio narrativo del autor sin destripar la novela (suele ocurrir más a menudo de lo que parece, mientras el editor y el escritor se entrecruzan miradas de pánico).
Tras las alabanzas de rigor (maestría en la escritura, argumento novedoso, diálogos penetrantes, personajes profundos, etc.), el autor toma la palabra y hace un ejercicio de síntesis. ¡Son tantas las horas acumuladas en esas páginas, las experiencias pasadas! Por fin, se anima e intenta agradecer a todos los que le apoyaron: a su editor que confió en él, a su madre que le leyó su manuscrito sin entender ni jota, a su amigo del alma que le anticipó un éxito sin precedentes, a su hija recién nacida que es todo un símbolo de fertilidad creativa y, ¡cómo no!, al amable público reunido en la sala en un día de perros.
Después, tras ese inicio dubitativo comentará con alegría las diferentes vueltas que ha dado el título de la novela. Dirá que empezó como LAS ALAS PARTIDAS y acabó como EL ROSARIO DE LA AURORA. Tras diez minutos de cháchara explicando tramas, personajes y vinculaciones con su existencia real pasará al turno de preguntas. Pocas, escasas, consabidas. Si le ha costado mucho escribirla; si es del género intriga, policial o negra; si está escribiendo una segunda, tercera o cuarta; si el personaje malo es así de malo a propósito o se le ha escapado de las manos y se ha convertido en un monstruo.
Por último, llegará el ritual de la firma. Firmará concentrado y contento a cualquiera que se le ponga delante, como si esa rúbrica rápida añadiera valor a su carrera literaria.
Como decía, un ritual atávico que tiene poco futuro en la era digital. ¿Dónde firmará si no hay libro físico? Otra preocupación  añadida para la industria editorial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario