El antiguo régimen se resiste a cambiar y cree que todo lo que llega es peor que lo que había. Además, está dispuesto a guerrear con una cierta soberbia. De hecho, ya lo comentó por twitter Constantino Bértolo: las batallas se ganan en la retaguardia. Pero no siempre. Sobre todo, cuando la ola del cambio es tan grande.
¿Quiénes componen el antiguo régimen? Una comunidad de editores, escritores, libreros, distribuidores y críticos que piensan que el modelo de negocio existente no debe cambiar por nada del mundo. Es más, hacen todo lo posible para que se mantenga, augurando todo tipo de males y epidemias que acabarán con la literatura, con su literatura.
Pero vayamos a los fundamentos del antiguo régimen:
- Quiere mantener el poder [y sus privilegios] a toda costa.
- Desprecia al proletariado por vulgar y poco sofisticado [demasiado ruidoso y exhibicionista. Hasta quieren ser escritores!].
- Se siente molesto ante la falta de orden y el exceso de tecnología [mejor a mano, como toda la vida].
- Defiende el papel como mantra religioso [tras el papel, el caos].
- Se olvida del lector como fundamento de su existencia.
¿Cuáles son los pecados de este régimen caduco y lleno de goteras?
- Priorizar el negocio sobre todas las cosas.
- Pagar al escritor de forma miserable a pesar de hacer la labor artística e intelectual.
- Mantener el precio de los libros lo más alto posible.
- Rebajar la literatura con productos de baja calidad.
- Engañar a la sociedad con premios literarios amañados.
- Ahogar a las editoriales independientes que están ofreciendo una nueva riqueza al espacio literario.
- Centrar en pocos escritores "rentables" sus estrategias de crecimiento.
- Robar escritores de otros sellos cuando comienzan a destacar.
- Olvidarse de la juventud como fuente de regeneración literaria.
Otro día analizaré el régimen nuevo. No seré complaciente.
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