Las flores de Baudelaire (Alrevés) es la primera novela de Gonzalo Garrido (Bilbao, 1963). En ella mezcla un siniestro crimen, con un fotógrafo de prensa reconvertido en investigador y la alta burguesía. Todo, en el Bilbao de principios del siglo XX. Es el año 1917, una época que para el autor es de las que menos conocemos de la historia y que guarda bastante similitudes, dice, con la actual.
Garrido cree que en las editoriales pesa mucho las cuentas de resultados. /E. MORENO ESQUIBEL
P. A partir de la afirmación anterior, ¿Qué desconocemos de esa época que le sirve como escenario de su libro? ¿En qué se parece a la actual?
R. No diría que es una de las épocas más desconocidas, ya que en el pasado hay muchas otras, pero sí que lo es de la historia reciente, de una historia que ha marcado todo el siglo XX. Desconocemos que fue una época de “globalización” en la que las personas comenzaron a viajar, en la que un Imperio como el Británico favoreció y controló el comercio de mercancias, en la que los avances tecnológicos fueron muy relevantes como el vapor, el coche, el avión, el teléfono o la electricidad. Pero, sobre todo, fue una época en la que nadie pensaba que el progreso podría acabar en una guerra mundial. Nadie vislumbraba la barbarie que se avecinaba.
Cuando escribía la novela estábamos viviendo los años de boom inmobiliario, de la riqueza fácil, y yo presentía que eso no podía ser bueno, que no era sostenible, que estaba sacando lo peor de nosotros. Y quise buscar otra época cercana similar. Me fije en los años previos a la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, durante la guerra. Entonces el mineral de hierro permitió crear grandes fortunas en el País Vasco y la neutralidad española también facilitó ganancias exageradas a costa del dolor ajeno. Era el marco ideal para construir la novela. He de decir que, tras la guerra, España entró en una profunda crisis similar a la actual por no haber aprovechado la coyuntura para mejorar su competitividad frente a otros países.
P. ¿Hay lecciones que no hemos aprendido de esa época y que hacen que ahora atravesemos por un momento delicado en cuestiones económicas, políticas y sociales? Por ejemplo, ¿la traición?
R. La lección fundamental es que no aprendemos de los errores, que no fortalecemos el espíritu crítico de nuestra sociedad, que no educamos para compartir el poder de manera democrática, cualquiera poder. Y claro, los seres humanos somos egoístas y abusamos si nadie nos controla, si no hay por detrás unas normas reguladoras, unas instituciones, una civilización que nos alejen de la selva. Aun así el mal en sus distintas manifestaciones siempre está ahí, es parte de nosotros, esperando que nos relajemos para saltar. Y, como dice la contraportada de la novela, todos hemos sido traidores en algún momento de nuestras vidas.
P. ¿En qué gremio se encuentran hoy los principales traidores del día a día?
R. En el mundo político y financiero por lo que supone de abuso, manipulación y distorsión de la realidad. En relación con la situación actual, creo que es una tragedia que muchas industrias, entre ellas la editorial, estén manejadas por financieros en detrimento de otro tipo de perfiles profesionales. Sólo les interesa el beneficio a corto plazo. Y eso es intolerable desde el punto de vista social.
P. ¿Se fijó en alguno de ellos para elaborar los personajes del libro?
R. Sí y no. En el libro hay personajes de toda calaña y en todos los estratos de la sociedad. El mal da para mucho.
P. Volvamos a 1917. Mejor dicho a la búsqueda de información que hizo para documentar la novela. ¿Qué datos encontró que le sorprendieran?
R. Me sorprendió lo parecido que eran ambas épocas. Agresividad y corrupción política, conflictividad social, clericalismo y anticlericalismo, peleas, malos tratos… Todo con gran apasionamiento de la población. No hemos cambiado tanto, por desgracia.
P. ¿Usted calificaría su novela como “negra”?
R. Pienso que es más una novela de intriga con una alto componente psicológico y de denuncia social. Pero es cierto que mucha gente la cataloga como negra.
P. Decía en una entrevista que concedió: “Piensa que a la semana salen unas doscientas novelas al mercado y el librero tiene que escoger y elegir lo que coloca en su librería”.
R. Es duro, pero es así. El librero tiene que elegir porque no le caben en su espacio. Y los libros duran muy poco tiempo en las estanterías. En cualquier caso, no seré yo quien diga que sobran libros. Me parece tremenda esa afirmación. Lo que creo es que faltan lectores y que todo el esfuerzo debería estar encaminado a aumentar el número y la frecuencia de lectura de los ciudadanos. Tenemos 400 millones de potenciales lectores. Vayamos a por ellos.
P. ¿Por qué se lanza un asesor de comunicación en cuestiones económicas al ruedo de la publicación de libros y con una temática diferente a la que trata a diario?
R. De día soy asesor y defiendo. De noche soy escritor y ataco. Son dos formas de ver el mundo. Escribo para vengarme poéticamente de las injusticias que veo a mi lado. Creo que los escritores debemos intervenir aunque nuestra intervención no despierte mucho interés. Es un compromiso personal.
P. La jugada le salió bien, ¿no? Una editorial apostó por usted y la crítica le ha acogido con cariño. ¿Si le decimos que es un tipo afortunado erramos?
R. Siempre me he considerado un tipo afortunado, incluso en los momentos difíciles. Es cuestión de comparar y ver cómo está el mundo. Pero también soy muy trabajador, muy constante. Nunca nadie me ha venido a buscar, he sido yo el que me he peleado por salir adelante. Y ahora lucho para encontrar a mis lectores.
P. Y lo que es mejor. Eduardo Mendoza le dedicó las siguientes palabras: «Una intriga bien contada que acaba envolviendo a la sociedad bilbaína y, lo que es más importante, al lector. ¡ Un hurra por el autor! ». ¿Qué le vino a la cabeza cuando leyó esta afirmación?
R. No me lo creía. Las tuve que leer varias veces. Sobre todo, me sorprendió la última afirmación. Que alguien de la categoría de Eduardo me elogiase como escritor fue emocionante. Desde luego, le debo mucho.
P. Cambio de tercio. Hablemos de la situación en el mundo editorial. ¿Complicada?
R. Sí, pero muy excitante. Hay en marcha una revolución que va a transformar el ecosistema editorial y que, creo, va a democratizar el escenario. Ya nadie tiene el control del sistema. Habrá que interactuar. Y eso es enriquecedor. Además, nunca ha habido tantos lectores en España y creo que la tendencia va a continuar. Lo que es cierto es que se leerá en distintas plataformas, con soportes muy diferentes, y que habrá piratería. Por otra parte, se comenzará a leer en comunidad gracias a las redes sociales. Todo eso va a modificar la forma de hacer literatura.
P. ¿Y cree que hay alguna solución que se pueda aplicar y que aún no esté en marcha?
R. Sin duda. Una de las cosas que más nos falta es la imaginación. En la industria editorial, también. Probablemente ha vivido demasiado bien, ha ganado mucho dinero en los últimos años y ha crecido desproporcionadamente. Ahora debe reinvertarse. Debería haberlo hecho durante las vacas gordas. Tendrá que hacerlo con las flacas.
P. ¿Nos venden contenidos demasiado edulcorados?
R. Como siempre hay de todo, pero en líneas generales, en las grandes editoriales, la cuenta de resultado pesa mucho y no apuestan más que por libros seguros. Eso hace que se busque un tipo de escritor, de novela, de lector, etc. Y cuando se da con un bestseller, pues todos intentan imitar el modelo para ver si reproducen ese éxito hasta la saciedad. Y no suele funcionar, pero inundan las librerías de títulos de esas características, en vez de buscar nuevos temas o talentos. Es más fácil copiar.
P. Le decíamos antes que una editorial apostó por usted. ¿Qué le parecen las alternativas para publicar que están surgiendo ahora como el crowdfunding? ¿Probaría?
R. Creo que es una de esas herramientas inteligentes que se abren con los nuevos tiempos. Me parece muy interesante, con una gran potencialidad. De hecho ya he colaborado como patrocinador con alguna iniciativa literaria que he creído de interés. Al mismo tiempo, diría que no es para todo tipo de producto. Tiene que haber una lógica para usarlo, algo innovador, que el mercado habitual no lo cubra. Y sí lo probaría si tuviera una idea que encajase con esa lógica de la que hablo.
* Libros.com
Garrido cree que en las editoriales pesa mucho las cuentas de resultados. /E. MORENO ESQUIBEL
P. A partir de la afirmación anterior, ¿Qué desconocemos de esa época que le sirve como escenario de su libro? ¿En qué se parece a la actual?
R. No diría que es una de las épocas más desconocidas, ya que en el pasado hay muchas otras, pero sí que lo es de la historia reciente, de una historia que ha marcado todo el siglo XX. Desconocemos que fue una época de “globalización” en la que las personas comenzaron a viajar, en la que un Imperio como el Británico favoreció y controló el comercio de mercancias, en la que los avances tecnológicos fueron muy relevantes como el vapor, el coche, el avión, el teléfono o la electricidad. Pero, sobre todo, fue una época en la que nadie pensaba que el progreso podría acabar en una guerra mundial. Nadie vislumbraba la barbarie que se avecinaba.
Cuando escribía la novela estábamos viviendo los años de boom inmobiliario, de la riqueza fácil, y yo presentía que eso no podía ser bueno, que no era sostenible, que estaba sacando lo peor de nosotros. Y quise buscar otra época cercana similar. Me fije en los años previos a la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, durante la guerra. Entonces el mineral de hierro permitió crear grandes fortunas en el País Vasco y la neutralidad española también facilitó ganancias exageradas a costa del dolor ajeno. Era el marco ideal para construir la novela. He de decir que, tras la guerra, España entró en una profunda crisis similar a la actual por no haber aprovechado la coyuntura para mejorar su competitividad frente a otros países.
P. ¿Hay lecciones que no hemos aprendido de esa época y que hacen que ahora atravesemos por un momento delicado en cuestiones económicas, políticas y sociales? Por ejemplo, ¿la traición?
R. La lección fundamental es que no aprendemos de los errores, que no fortalecemos el espíritu crítico de nuestra sociedad, que no educamos para compartir el poder de manera democrática, cualquiera poder. Y claro, los seres humanos somos egoístas y abusamos si nadie nos controla, si no hay por detrás unas normas reguladoras, unas instituciones, una civilización que nos alejen de la selva. Aun así el mal en sus distintas manifestaciones siempre está ahí, es parte de nosotros, esperando que nos relajemos para saltar. Y, como dice la contraportada de la novela, todos hemos sido traidores en algún momento de nuestras vidas.
P. ¿En qué gremio se encuentran hoy los principales traidores del día a día?
R. En el mundo político y financiero por lo que supone de abuso, manipulación y distorsión de la realidad. En relación con la situación actual, creo que es una tragedia que muchas industrias, entre ellas la editorial, estén manejadas por financieros en detrimento de otro tipo de perfiles profesionales. Sólo les interesa el beneficio a corto plazo. Y eso es intolerable desde el punto de vista social.
P. ¿Se fijó en alguno de ellos para elaborar los personajes del libro?
R. Sí y no. En el libro hay personajes de toda calaña y en todos los estratos de la sociedad. El mal da para mucho.
P. Volvamos a 1917. Mejor dicho a la búsqueda de información que hizo para documentar la novela. ¿Qué datos encontró que le sorprendieran?
R. Me sorprendió lo parecido que eran ambas épocas. Agresividad y corrupción política, conflictividad social, clericalismo y anticlericalismo, peleas, malos tratos… Todo con gran apasionamiento de la población. No hemos cambiado tanto, por desgracia.
P. ¿Usted calificaría su novela como “negra”?
R. Pienso que es más una novela de intriga con una alto componente psicológico y de denuncia social. Pero es cierto que mucha gente la cataloga como negra.
P. Decía en una entrevista que concedió: “Piensa que a la semana salen unas doscientas novelas al mercado y el librero tiene que escoger y elegir lo que coloca en su librería”.
R. Es duro, pero es así. El librero tiene que elegir porque no le caben en su espacio. Y los libros duran muy poco tiempo en las estanterías. En cualquier caso, no seré yo quien diga que sobran libros. Me parece tremenda esa afirmación. Lo que creo es que faltan lectores y que todo el esfuerzo debería estar encaminado a aumentar el número y la frecuencia de lectura de los ciudadanos. Tenemos 400 millones de potenciales lectores. Vayamos a por ellos.
P. ¿Por qué se lanza un asesor de comunicación en cuestiones económicas al ruedo de la publicación de libros y con una temática diferente a la que trata a diario?
R. De día soy asesor y defiendo. De noche soy escritor y ataco. Son dos formas de ver el mundo. Escribo para vengarme poéticamente de las injusticias que veo a mi lado. Creo que los escritores debemos intervenir aunque nuestra intervención no despierte mucho interés. Es un compromiso personal.
P. La jugada le salió bien, ¿no? Una editorial apostó por usted y la crítica le ha acogido con cariño. ¿Si le decimos que es un tipo afortunado erramos?
R. Siempre me he considerado un tipo afortunado, incluso en los momentos difíciles. Es cuestión de comparar y ver cómo está el mundo. Pero también soy muy trabajador, muy constante. Nunca nadie me ha venido a buscar, he sido yo el que me he peleado por salir adelante. Y ahora lucho para encontrar a mis lectores.
P. Y lo que es mejor. Eduardo Mendoza le dedicó las siguientes palabras: «Una intriga bien contada que acaba envolviendo a la sociedad bilbaína y, lo que es más importante, al lector. ¡ Un hurra por el autor! ». ¿Qué le vino a la cabeza cuando leyó esta afirmación?
R. No me lo creía. Las tuve que leer varias veces. Sobre todo, me sorprendió la última afirmación. Que alguien de la categoría de Eduardo me elogiase como escritor fue emocionante. Desde luego, le debo mucho.
P. Cambio de tercio. Hablemos de la situación en el mundo editorial. ¿Complicada?
R. Sí, pero muy excitante. Hay en marcha una revolución que va a transformar el ecosistema editorial y que, creo, va a democratizar el escenario. Ya nadie tiene el control del sistema. Habrá que interactuar. Y eso es enriquecedor. Además, nunca ha habido tantos lectores en España y creo que la tendencia va a continuar. Lo que es cierto es que se leerá en distintas plataformas, con soportes muy diferentes, y que habrá piratería. Por otra parte, se comenzará a leer en comunidad gracias a las redes sociales. Todo eso va a modificar la forma de hacer literatura.
P. ¿Y cree que hay alguna solución que se pueda aplicar y que aún no esté en marcha?
R. Sin duda. Una de las cosas que más nos falta es la imaginación. En la industria editorial, también. Probablemente ha vivido demasiado bien, ha ganado mucho dinero en los últimos años y ha crecido desproporcionadamente. Ahora debe reinvertarse. Debería haberlo hecho durante las vacas gordas. Tendrá que hacerlo con las flacas.
P. ¿Nos venden contenidos demasiado edulcorados?
R. Como siempre hay de todo, pero en líneas generales, en las grandes editoriales, la cuenta de resultado pesa mucho y no apuestan más que por libros seguros. Eso hace que se busque un tipo de escritor, de novela, de lector, etc. Y cuando se da con un bestseller, pues todos intentan imitar el modelo para ver si reproducen ese éxito hasta la saciedad. Y no suele funcionar, pero inundan las librerías de títulos de esas características, en vez de buscar nuevos temas o talentos. Es más fácil copiar.
P. Le decíamos antes que una editorial apostó por usted. ¿Qué le parecen las alternativas para publicar que están surgiendo ahora como el crowdfunding? ¿Probaría?
R. Creo que es una de esas herramientas inteligentes que se abren con los nuevos tiempos. Me parece muy interesante, con una gran potencialidad. De hecho ya he colaborado como patrocinador con alguna iniciativa literaria que he creído de interés. Al mismo tiempo, diría que no es para todo tipo de producto. Tiene que haber una lógica para usarlo, algo innovador, que el mercado habitual no lo cubra. Y sí lo probaría si tuviera una idea que encajase con esa lógica de la que hablo.
* Libros.com
Muy interesante. Y me ha animado a leer a este autor. Normalmente estas entrevistas cercanas a la publicación de una obra, suelen ser mucho autobombo y bastante aburridas. Pero los comentarios sobre el parecido entre 1917 y hoy, el elogio de Mendoza, todo me ha gustado bastante. Felicitaciones!
ResponderEliminarGracias. Espero no decepcionarte. Saludos
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