lunes, 21 de febrero de 2011

Muerte en el baño de casa

En el baño de su casa aparece muerto de una manera extraña un famoso escritor de blogs, un tal Garrido. El cuerpo del asesinado está desnudo, en una posición rara, con las manos tapando la orejas y con cara de haber sufrido mucho. 
En el mundo virtual su muerte causa un gran estupor y todos los blogueros lamentan su fallecimiento y dedican un día de luto sin escribir. 
Además, en un acto de solidaridad inaudito, se comprometen a averiguar lo que ha pasado. En especial, los compañeros kikikomori(que es un borde), willy uribe (que siempre tiene sitio libre) y molina (un amargado). 
Entre los tres, uniendo sus habilidades deductivas, sus conocimientos de la red y sus contactos con la policía, descubren que el tal Garrido es el seudónimo de uno de los más famosos científicos del País Vasco que se dedica a la biotecnología y ha realizado grandes experimentos en transgénicos. 
Su blog, ese blog tan vinculado con la literatura basura, es simplemente una tapadera para enviar mensajes a los servicios secretos judíos (MOSSAD) que han decidido utilizar nuevas armas biotecnológicas para arruinar a sus vecinos palestinos (ya de por sí muy pobres). Garrido, con su cara de bueno, es su suministrador oficial europeo. 
En esta guerra sin cuartel de oscuros intereses en donde no se sabe quién es quién, parece que los distintos espías palestinos, americanos y soviéticos se han apoderado de otros blogs. Entre todos se destapa una lucha fraticida de mensajes envenenados, una lucha soterrada por el poder. 
Tras muchos carreras por el ciberespacio, muchos manuscritos virtuales, hablar con familiares, amigos, compañeros de trabajo e, incluso, competidores, se descubre que Garrido ha sido asesinado con un mensaje cifrado –con voz mecánica– que recibió en su teléfono varias noches seguidas. Decía algo así como: le llamamos del departamento de clientes de El Corte Inglés. Espere un momento, por favor...
Nadie sabe quién ha sido el autor material, el despiadado grupo asesino, pero todos reconocen la efectividad de la medida y las angustiosas y reiteradas llamadas de súplica de Garrido. 
Por otra parte, se descubre la razón de taparse con las manos sus orejas (y no sus partes más íntimas) antes del último suspiro. Caso cerrado.

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