Por fin pasó el día del libro, ese día en el que familias enteras ocupan los stands de los libreros con afán depredador. Los que no han leído en todo el año (47% de la población) intentan recuperar el tiempo perdido en unas horas y, encima, ahorrarse el 10% del precio del libro y llevarse una rosa.
Como se ve, no tengo nada en contra de estos actos de amor hacia la lectura. De hecho, muchas editoriales venden hasta un 15% de su producción anual en ese día (por supuesto, en Cataluña).
Lo que me molesta es que los escritores españoles (o no españoles) se vayan como locos a Barcelona para sumarse al carro de las ventas. Hasta 200 hombres de letras han estado el fin de semana en la ciudad condal para ofrecer su firma a los potenciales lectores.
¿Cuántos han quedado en Bilbao, San Sebastián, La Coruña e, incluso, Madrid, por nombrar algunas ciudades? Respondo: los despistados, los que no entran en ese tipo de promoción o los de tercera regional.
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