Hemos llegado a la época del estrés literario. No sólo los autores están desquiciados por publicar (y a qué ritmo), si no que los lectores se han contagiado del trastorno. Esto se debe a una perversión del sistema en el que lo que cuenta es la cantidad más que la calidad, en una carrera absurda que nos lleva a la enfermedad. Así se nos acumula el trabajo y nos produce malestar. En vez de disfrutar del libro (físico o electrónico) que tenemos entre manos, ansiamos el libro que todavía nos falta por leer. Y eso hasta el infinito.
Todos estamos más obsesionados por el hacer que por el reflexionar. Y hemos olvidado el placer de perder el tiempo, una de las maravillas de nuestra infancia y juventud. Y no lo digo porque seamos activos-productivos, sino porque somos activos-improductivos. Gastamos nuestro tiempo y energía en tonterías, pero esas tonterías nos evitan pensar, preocuparnos de nuestra vida. Deberíamos volver a los fundamentos: leemos por el placer de leer sin preocuparnos más allá de la siguiente metáfora.
En esto tienes mucha razón. Últimamente me he dado cuenta de que me trato de leer los libros rápido solo para pasar al siguiente...creo que debo tomar nota de aquí y empezar a disfrutar más los libros...como dices tú...disfrutar de perder el tiempo.
ResponderEliminarVivimos demasiado acelerados y sin disfrutar del momento. En el caso de la lectura, es patético. No es una carrera. La reflexión nunca es una carrera. Saludos
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