jueves, 15 de septiembre de 2011

Diario de un escrito (14)

Ignoro si un autor tiene derecho a cansarse de sus personajes y a matarlos en medio de la trama (o al final de la misma). No es una cuestión de legalidad, es una cuestión de ética. ¿Es lícito matar?  ¿No dicen que es pecado? ¿Matarías a un hijo?
Lo digo porque hay personajes que se merecen un castigo ejemplar. Generalmente han desobedecido al autor y han tomado iniciativas propias desbaratando la historia o dejándole en ridículo ante sus lectores. 
En mi caso se debe a la inoperancia del protagonista, un detective de segunda que tiene muchas similitudes con los escritores de segunda: el caso le queda grande. Y tiene pinta de que no va a cambiar en los últimos capítulos. Tiempo al tiempo.

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