El origen perdido, de Matilde Asensi-Informe de lectura (incompleto)

Impresión general: Matilde Asensi ha escrito una novela superficial en la que unos personajes con comportamientos muy simplistas –conversan como adolescentes aunque tienen más de treinta años– inician una investigación compleja –época precolombina– que desborda al lector, sobre todo en la primera parte del libro, por la cantidad de información innecesaria que se le suministra, para llegar a un desenlace poco creíble, pero previsible. Resumen de la trama: La novela narra el proceso investigador de un grupo de personas que descubren la existencia, en la cultura precolombina, de un pueblo inca (los yatiris) con un idioma originario perfecto que puede modificar la conducta de las personas. La investigación está forzada porque Daniel (hermano del protagonista y antropólogo) cae enfermo –mientras está estudiando el lenguaje quechua-aymara– de dos males extraños (la ilusión de Cotard y la agnosia, casi nada) que le sumen en una especie de muerte en vida (parálisis general). El hecho de que Daniel repita palabras en otro idioma desconocido (que vienen a decir “estoy muerto porque los yatiris me han castigado”) y de encontrar unos escritos suyos con una maldición, convence a su hermano Arnau Queralt (Root), hacker y empresario informático de éxito (algo muy habitual, por supuesto), a profundizar sobre lo que estaba haciendo Daniel y, en definitiva, a meter a sus dos amigos, empleados y pareja sentimental –Marc (Jabba) y Lola (Proxi)– en la investigación (también suele resultar muy creible). También Root entra en contacto con la jefa de Daniel (Marta Torrent), directora del Departamento de Antropología Social y Prehistoria, para conocer los entresijos de lo que está investigando su hermano. Ella le explica en líneas generales lo que realiza su hermano, pero sobre todo se sorprende de los documentos que le enseña Root y acusa a Daniel de haberle robado. La relación entre ellos se hace muy tensa (a que saben cómo acabará). El equipo formado por Root, Jabba y Proxi utiliza su capacidad analítica, sus conocimientos tecnológicos y la infraestructura informática que poseen para estudiar y descubrir aspectos relacionados con el imperio inca, sus habitantes, los dioses, las guerras, los sistemas de comunicación; todo hasta la conquista de los españoles. Quieren descubrir la manera de devolver a la normalidad a Daniel, pues están convencidos de que tiene que ver con su investigación y con el aymara. Tras mucho estudiar y sacar conclusiones sobre quiénes eran esos aymaras y sobre la posibilidad de que en su ciudad sagrada (Tiwanacu) puede resolverse el enigma, deciden dejar todo y viajar a Bolivia, donde buscan los restos de su cultura (son de los pocos que pueden dejar el trabajo meses sin que nadie les eche en falta). Allí, topan por casualidad con la propia profesora María Torrent que, a su vez, está realizando excavaciones con un equipo de profesionales de la zona y que les amenaza con denunciarles si intentan realizar alguna exploración por su cuenta. Ellos, sin hacerle caso, siguen con sus intenciones. En una de las visitas consiguen descifrar la forma de introducirse en el templo antiguo descubierto a través de un pasadizo subterráneo. Sin que ellos lo sepan Marta Torren les ha seguido y, por sus conocimientos, les ayuda en la situación difícil en la que están metidos. De todos modos, quedan atrapados y tras varias averiguaciones consiguen llegar hasta el secreto y ver el conjunto de planchas en oro grabadas que existen ahí y que recoge todo el saber de esa cultura. Sin embargo, a pesar de toda esa información, descubren que es imposible encontrar la respuestas al enigma. Tardarían años en descifrar toda la información (y eso que son informáticos). Así que deciden todos ellos (hombres de asfalto), que ya se respetan después de tantas peripecias (e incluso se quieren), adentrarse en la selva en busca de supervivientes de aquellas tribus que escaparon tras la llegadas de los colonos españoles. Entonces forman un grupo más amplio con compañeros de trabajo y amigos de Marta Torrent (Efraín y Gertrude) y viajan a las profundidades de la selva boliviana donde tras varios días de caminar, y algún que otro sobresalto (pecata minuta), llegan a la ciudad sagrada que también está destruida y abandonada, donde son apresados por un grupo de indígenas toromonas (hay que joderse). Estos les conducen tras varias semanas de andadura hasta los descendientes de los aymaras que viven en una ciudad aérea en las ramas de los grandes árboles amazónicos. Allí mantienen conversaciones en castellano antiguo por medio de un traductor nativo con los jefes de la tribu, consiguen convencer a los aymaras de sus buenas intenciones (son chicos buenos) y de que sólo desean el remedio para la enfermedad de Daniel. Los aymaras (muy crédulos ellos) les obligan a prometer que no descubrirán a su pueblo. Tras la promesa, les dicen las palabras mágicas (abracadabra…) y vuelven a la civilización. En el camino se dan cuenta de que sus vidas han cambiado (cómo para no cambiar). Finaliza la narración con el sanamiento de Daniel, la venta de la mitad de la empresa de Root a sus amigos-empleados (of course) y el enamoramiento de Root y Marta que, parece, deciden dedicar sus vidas a los aymaras y a investigar en otros lugares del planeta hechos similares (qué mono).